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Cuando la vida se rompe en un segundo: la historia de Marta, recién exonerada de más de 68.000 € en deudas

Este es un caso real tramitado desde Cristina te orienta y Orientación Jurídica y Administrativa.
Por respeto a la familia, los nombres y algunos datos personales han sido modificados.


1. El día que todo cambió

Cuando conocí a Marta, ella ya no medía la vida en meses o en proyectos, sino en citas médicas.

Un ictus le cambió la vida de un día para otro.
Pasó de ser una mujer activa, que se movía con normalidad, a necesitar silla de ruedas y ayuda para casi todo.

Su marido, Juan, llevaba años encadenando trabajos temporales por ETT. Cuando llegó el ictus, dejaron de entrar contratos… y empezaron a entrar gastos:

  • adaptar la vivienda,
  • medicación,
  • fisioterapia,
  • transporte para ir a médicos,
  • y todo eso sin dejar de pagar hipoteca, comunidad, comida, colegio de los niños…

El resultado lo puedes imaginar: para llegar a fin de mes empezaron a pedir préstamos. Primero pequeños. Luego ya no tan pequeños.

Hasta que un día, por mucho que pagaban, los números no salían.


2. Ficha rápida del caso

  • Perfil: matrimonio con dos hijos a cargo.
  • Situación personal: ella, pensionista por gran invalidez; él, en paro sin subsidio.
  • Gastos fijos mensuales: más de 3.100 € (hipoteca, comunidad, alimentación, medicamentos, colegio, suministros, transporte, fisioterapia, etc.).
  • Ingresos familiares: pensión e ingresos de la unidad familiar, alrededor de 3.200 €/mes prorrateados.
  • Sobrante teórico: 99 €/mes.
  • Deuda exonerable: más de 68.000 € (préstamos, créditos, etc.).
  • Bienes: vivienda habitual hipotecada y una pequeña casa de pueblo destinada a liquidación.
  • Resultado: exoneración del pasivo insatisfecho (EPI) de la mayor parte de la deuda.

3. Vivir con “sobrante” de 99 € al mes… y aún así estar en ruina

Sobre el papel, alguien podría decir:

“Bueno, si os sobran 99 € al mes, algo podréis pagar al banco, ¿no?”

La realidad es otra.

En esa tabla fría de números no aparecen:

  • las medicinas que cambian cada cierto tiempo,
  • las urgencias médicas,
  • las reparaciones del ascensor o de la silla,
  • los gastos extra del cole,
  • el “hoy no hay gasolina para ir tres veces al fisio, elegimos”.

Para esta familia, esos “99 € de sobrante” eran la diferencia entre:

  • comprar ropa a los niños,
  • o no llegar a pagar la luz.

No estaban “gastando por encima de sus posibilidades”:
era la vida la que se había encarecido por una discapacidad sobrevenida, mientras los ingresos bajaban.

Y ahí es donde las deudas, que en su día parecían una solución, se convirtieron en una cadena.


4. Entrevista a Marta (ficticia, pero basada en lo que me cuentan muchas personas)

¿Cuál fue el momento en el que dijiste: “Necesito ayuda”?

Yo creo que fue el día que me di cuenta de que mi marido miraba el calendario no para ver fiestas o vacaciones, sino para ver qué recibo caía cada semana.

Teníamos la nevera medio vacía, la carta de la hipoteca encima de la mesa, y yo con la silla de ruedas pensando:
“No puedo trabajar, él no encuentra nada estable, y encima debemos dinero”.
Me sentí una carga, aunque sé que no debería, pero fue así.


¿Qué era lo que más miedo te daba de tus deudas?

Me daba pánico que nos embargaran más cosas y que, por algún motivo, acabáramos perdiendo la casa donde vivimos con los niños.

Yo necesito un entorno adaptado; no es tan fácil decir “pues os vais a otro piso más barato”.
Cada carta del banco la abríamos con un nudo en el estómago.


¿Cómo supiste de la Ley de Segunda Oportunidad?

La había escuchado por encima, pero pensaba que era “para empresarios” o para gente que debía millones.

Un día una amiga me mandó un vídeo de Cristina donde hablaba de la Segunda Oportunidad para familias como la nuestra, con hipoteca, niños y discapacidad.

Ahí fue cuando dije: “Vale, esto va de gente normal como nosotros”.


¿Qué pensaste en la primera llamada?

Yo iba con vergüenza, la verdad. Pensaba que me iban a regañar, como si las deudas fueran solo culpa nuestra.

En vez de eso, me preguntó por mi salud, por los niños, por cómo nos organizábamos el día a día.
Luego bajó a los números y me explicó con calma qué significaba ese “sobrante” de 99 € y por qué legalmente estábamos en insolvencia, aunque en el papel pareciera que cuadraba.


¿Qué fue lo más difícil del proceso?

Reunir toda la documentación.
Ver listado en un papel todo lo que debíamos fue como mirarse en un espejo que no te gusta.

También fue duro aceptar que la casa del pueblo (que era como nuestro vínculo con la familia de antes) había que ponerla para liquidar.
Era una casa humilde, pero era su casa de toda la vida.

Aun así, Cristina nos decía:
“Es una decisión difícil, sí. Pero a lo mejor esta casa que soltáis ahora es la puerta para que vuestros hijos no hereden esta ruina”.
Y eso nos convenció.


¿Qué te sorprendió para bien?

Me sorprendió que, a pesar de todo lo que se debía, la vivienda donde vivimos se pudo proteger, al estar bien planteado como vivienda habitual, con hipoteca al corriente y todo lo que conlleva el procedimiento.

Pensaba que Segunda Oportunidad era “te perdonan las deudas pero te lo quitan todo”, y no siempre es así.
Cada caso es un mundo, pero a nosotros nos permitieron mantener nuestro hogar y cancelar la mayor parte de las deudas que nos ahogaban.


¿Te arrepientes de haber iniciado la Segunda Oportunidad?

Me arrepiento de no haberlo hecho antes.
Llevábamos años sobreviviendo con la calculadora en la mano, discutiendo por dinero, sintiendo que los niños veían más nuestras preocupaciones que nuestra alegría.

Ahora, aunque seguimos teniendo que organizarnos, no vivimos bajo la amenaza constante de la deuda.
Eso, para mí, vale oro.


Si pudieras hablarle a alguien que está ahora en una situación parecida, ¿qué le dirías?

Que la culpa no sirve para pagar facturas.
Que pedir ayuda a tiempo te puede ahorrar muchos años de sufrimiento.

Y que si estás leyendo esto con un nudo en la garganta porque reconoces tu historia en la mía, no lo dejes pasar otros dos años: habla con alguien que te explique tus opciones de verdad.


5. ¿Qué es exactamente el EPI y qué ha supuesto para esta familia?

La Exoneración del Pasivo Insatisfecho (EPI) es la resolución judicial que, tras un procedimiento de Ley de Segunda Oportunidad, perdona —total o parcialmente— las deudas que una persona ya no puede pagar, siempre que cumpla los requisitos y haya actuado de buena fe.

En este caso, el EPI supuso:

  • Cancelar más de 68.000 € en deudas,
  • Proteger la vivienda habitual, que es donde esta familia vive y donde Marta tiene su entorno adaptado,
  • Aceptar la liquidación de la casa del pueblo, como parte del compromiso para cerrar esa etapa.

No es un regalo ni un truco:
es una forma de reconocer que, en determinadas circunstancias (enfermedad grave, pérdida de empleo, ingresos insuficientes, carga familiar…), seguir reclamando esas deudas sería inhumano e irreal.


6. ¿Por qué cuento esta historia?

Podría hablarte solo de artículos, de BOEs y de sentencias, pero al final las leyes están para ayudar a personas que tienen historias como esta:

  • un ictus que lo cambia todo,
  • un sueldo que deja de llegar,
  • unos hijos que siguen necesitando lo mismo,
  • y una familia que hace lo que puede… hasta que ya no puede más.

Si estás leyendo esto y te ves reflejado/a, aunque sea un poco, quiero que te quedes con una idea:

Puede que no hayas elegido la enfermedad, el paro o la subida de las cuotas,
pero sí puedes elegir no vivir toda tu vida persiguiendo deudas imposibles.

📩 Si quieres, puedes contarme tu caso en unas líneas (qué debes, a quién, si hay hipoteca, si hay discapacidad, embargos…), y vemos juntos si la Ley de Segunda Oportunidad y el EPI pueden ser también tu camino.

No prometo milagros.
Te prometo verdad, acompañamiento y un plan claro para que sepas dónde estás y qué puedes hacer.

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